miércoles, 15 de julio de 2009

De muñecas a reynas

Me encantaba siempre treparme a las bardas o a los árboles, me decían en casa que era muy "machetona", en otras palabras me daban a entender que me gustaba hacer cosas muy propias de niños. Y de hecho era la única niña que jugaba al béisbol en el equipo de los niños. Era cierto que me atrevía a hacer muchas cosas que las niñas no hacían, pero sí me gustaba jugar con mis muñecos, recuerdo algunos de ellos, que siempre eran regalados por las navidades. Mi muñeco bebé, que traía su toallita, su jaboncito. Hasta lo bautizamos e hicimos la fiesta del bautizo, y todos los invitados tenían que llevar un regalito para mi muñeco. Otra de las muñecas estaba justo de mi tamaño, y si la tomaba de la mano caminaba, ella se llamaba Susy. Después llegó una más moderna que tenía un cordoncito en la espalda que si lo jalabas la hacía decir frases como: "¿Quieres jugar conmigo?" o "Tengo hambre", eran las maravillas modernas, pero ésa no me duró mucho como que el disquito se rayó y dejó de hablar. Regresé a jugar con los otros. También estaban de moda las muñequitas de papel, que traían todo un vestuario y tenía uno que recortar cada prenda con cuidado, y sobre todo dejarle las cejillas para colgarlas de los hombros de tus muñecas de papel. Traían sus bolsas, guantes, sombreros, zapatos, y una variedad enorme de vestidos. Uno se entretenía bastante con ellos.
Mis amigas en Sabinas Titi, y Rosa Elena, eran con quienes yo jugaba y compartía mis secretos infantiles. También nos reuníamos para hacer nuestras tareas. Pero también tenía a mis amiguillos, como Jorge, que era hermano de Titi, Raymundo y Rolando. Ellos nos acompañaban en nuestros juegos vecinales. Hacíamos representaciones de El Rey y la Reyna de la colonia, y preparábamos todo el escenario, el vestuario, nos podíamos pasar días enteros en la preparación. En esto los niños eran muy buenos ayudantes, y lo más importante es que se prestaban a hacer de “Rey” o de chambelanes porque tenían que acompañar a la Reyna y a sus princesas. El día de la coronación, nuestros papás nos dejaban que nos pusiéramos nuestras mejores galas: la ropa y los zapatos de domingo. Íbamos todos recién bañaditos, bien peinados, a las niñas hasta nos permitían ponernos “colorete”. Pero también hacíamos alguna representación de algún cuento, como el de La bella durmiente. Yo estaba chiquitilla, pero recuerdo que el papel de príncipe lo hacía “Quelo”, y el de la princesa mi hermana Elvia. Ellos eran mayores y ya se preparaban con sus diálogos. En el patio se colocaban sillas, y el escenario. Los espectadores lógicamente que éramos el resto de los huercos y los papás de todos. Nuestras tardes de verano eran muy familiares. Y si, todo el vecindario éramos como una gran familia.

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