miércoles, 5 de agosto de 2009

La última moda

Recuerdo a mamá sentada en la máquina de coser. Todo el tiempo que podía se sentaba y realmente disfrutaba la costura, y nosotros sus hijos eramos los modelos perfectos para cada una de sus creaciones. Siendo tres hermanas y yo la menor de ellas, teníamos que vestir igual. Así que mamá se encargaba de cortar y coser cada uno de los vestidos para nosotras. En aquel entonces los vestidos eran con faldas muy plisadas, lo que daba mucha amplitud, pero además para que se esponjaran esas faldas, había las dichosas crinolinas, que eran como de tul y muy duras, para que no se apachurraran con el peso de las faldas y cumplieran su cometido de hacernos ver muy amplias "amponas" decía mi madre. Realmente nuestras ropas eran de catálogo, porque mamá buscaba los modelos en revistas de moda que circulaban en esos años, una de ellas se llamaba La Familia, y en sus páginas interiores, traía bastantes modelos para toda la familia. No sé como le hacía ella para que cada domingo, sus tres hijas estrenaran vestidos para ir a la misa dominical de las 8 de la mañana. Papá comentaba entre risas que los lunes cortaba, los martes cosía, los miércoles descosía, los jueves vuelta a coser, los viernes descosía y cosía a mil por hora, para el sábado planchar y dar las últimas puntadas para que estuvieran listos y poder estrenarlos el domingo. Y no solo se trataba de los vestidos, también preparaba los sombreritos y nuestras bolsitas. Así que parecíamos muñequitas, muy coquetas, con nuestros zapatos de domingo, oliendo a limpio y a nuevo.
Como Elvia, la mayor, iba creciendo, pronto dejó de ser niña para convertirse en señorita, ya no quiso vestirse igual que las "niñas" de sus hermanas. La crinolinas famosas dejaban de funcionar si ya el tul no estaba tan tieso, y no dejaba que la falda se esponjara. Me tocó estrenar entonces una crinolina muy moderna el último grito de la moda, tenía su tul pero no muy tupido, porque tenía un aditamento en la orilla que le permitía que no se apachurrara. Era un tubo de plástico "flexible" circular, colocado alrededor casi en la orilla, que se inflaba a través de una boquilla, que al terminar de llenarse se tapaba y quedaba un perfecto aro, y oh!!!! la falda quedaba esponjadita, esponjadita. El problema era cuando uno tenía que sentarse, la falda se elevaba y se te veían hasta los calzones. Ya podrán imaginarse, la escena, yo en misa parada en frente de la banca, y a la hora de sentarse, horror!!!!! toda la falda levantada, yo tratando de bajarla, los chiquillos muertos de risa, burlándose de uno. Yo queriendo que la tierra me tragara.
Todo ese domingo en casa y al día siguiente en la escuela fui la comidilla de Sabinas.

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